Aprender a ser mamá es un ejercicio continuo e interminable. Una de las grandes lecciones es la empatía. Intentar colocarse en el lugar del hijo para descubrir si el llanto es consecuencia de un dolor de panza, de hambre o de maña es uno de los primeros desafíos. Pero esto no es todo: intentá también ponerte en el lugar de la otra mamá que enfrenta dificultades diferentes a las tuyas. Así, es posible ampliar tus referencias para educar niños más atentos y tolerantes a la diversidad.
Es claro que la responsabilidad de criar a un niño en el mundo no es sólo de la mamá. Cada vez más se habla de la participación activa y afectiva de los papás, de las diversas educaciones familiares y de la convivencia con figuras como madrastra, padrastro y medios hermanos. Se habla también de la importancia de la “comunicadad” en la primera infancia, donde la familia establece relaciones de confianza con vecinos y conocidos con quien ella puede contar. Y en ese sentido, percibir un ambiente más “feliz” da un confort para el niño, pero principalmente para aquella mujer que está aprendiendo a ser mamá.
Patricia Travassos